Hijos de puta con rostros metálicos
y ojos fulgurantes como rubíes
me persiguen y quieren destruirme.
Acechan entre las sombras del estacionamiento,
y alguno hasta se ha atrevido a susurrarme
obscenidades por el teléfono invisible
que tengo en la alacena.

Por la noche, uno me sujeta de un brazo
y otro del otro, mientras un tercero
hunde su rodilla en la boca de mi estómago.
Un cuarto hijo de puta se acerca entonces
y vierte aceite quemado sobre mi boca.
A lo lejos oigo pajaritos que trinan
y ardillitas y conejitos que mastican semillitas
y pienso que los personajes de ese Mundo animado
tienen algo que ver con mi tortura.

Bastardos con dientes de acero
y una vocación para el suplicio y la maledicencia
se están encargando de difamarme.
Ellos creen que no me doy por enterado,
pero los tengo en la mira.
Por culpa de esos mequetrefes extracorpóreos
las mujeres con las que me acuesto
se desvelan junto a mí hasta que cierro los ojos,
drogado con substancias que han desleído
en mi whisky con soda,
para entonces ponerse manos a la obra
e implantarme localizadores en el tórax,
recibidores sintonizados a frecuencias de otro Lugar
y bocinas que, injertadas en mis pectorales,
reproducen las voces horribles
de gente que habita otra dimensión,
y que se ríe y se ríe y una que otra vez
se dignan a darme un consejo.

Cabrones con llamaradas en las bocas
secuestran mis calzoncillos
y les untan polvos urticantes,
para que me joda.
Los he visto.
Son sombras que cambian de forma,
una gelatina hecha de negrura infinita
que se filtra por los resquicios
y aparece entera frente a mí, poco a poco.
Me atormentan desde que soy un niño.
En las fiestas de cumpleaños
solía ver la herida de sus bocas blancas
asomándose entre las plantas del jardín,
en el fondo de los gorritos cónicos,
danzando en la efervescencia de los refrescos,
entrando y saliendo de los cuerpos de
mis amiguitos, que, durante ese breve instante,
me miraban con un destello de odio en los ojos
y me mostraban una lengua carbonizada,
para acto seguido reanudar sus infantiles juegos
y volver a ser los mismos de antes.