Amados ciudadanos y ciudadanas dominicanos,

No me voy a andar con miramientos. Me desligo del libreto que me impone la lealtad a mi partido y acudo a la memoria de Juan Bosch como apoyo para decir lo que hoy se necesita decir, y que muchos de mis correligionarios no querrán ni escuchar ellos ni que escuchen ustedes. Mi compromiso, no obstante, es con el pueblo dominicano: ¡malhaya el día en que el credo de un partido quede por encima del credo de nuestra nación! Así pues, entro al quemadero que seguramente me prepararán mis propios compañeros de filas, pero al mismo tiempo, con la ayuda y la paciencia de todos ustedes, inscribo humildemente mi nombre como candidato al mármol de los mártires que se sacrificaron por la patria. Ustedes decidirán si lo esculpen o no.

El estado dominicano está quebrado. Esa es la pura y descarnada realidad. No tenemos dinero para operar.  Y es duro tener que reconocer que los únicos culpables de este déficit fiscal… somos nosotros mismos. Ustedes no tienen la culpa. De hecho, ustedes, gentes admirables de mi pueblo, son tan espectacularmente ingeniosos y trabajadores que a pesar del desastre administrativo, las malversaciones, corrupción e insaciabilidad de los funcionarios en el poder, constantes que han caracterizado esta y anteriores administraciones, siempre, milagrosamente, salen adelante. Cualquiera los calificaría de invencibles. Y yo, hoy, quiero aliarme a personas invencibles.

Negar que buena parte del dinero del erario fue utilizada para colocarme en la posición en la que hoy día me veo sería, en el mejor de los casos, insultar su inteligencia. ¿Y cómo podríamos iniciar una relación de trabajo, esfuerzo y sacrificio si una de las partes comienza por subestimar las capacidades de la otra parte? ¿Cómo podríamos entendernos como debemos entendernos si una de las partes se empeña en aliarse con lo peor, no con lo mejor, de la sociedad que pretende gobernar? ¿Cómo vamos a salir a flote, trabajando hombro con hombro, si una de las partes asume que la otra parte es profunda e irremediablemente estúpida? De este modo, quiero reconocer las mejores cualidades de todos ustedes, no transarme por las peores. Quiero acusar recibo de sus dotes de observación y fiscalización, y quiero reclutarlas para el uso común, para el bien de todos. Admito, pues, que lo que piensan es, punto por punto, la verdad: el estado dominicano tal y como se ha comportado bajo el liderato de mi predecesor, es una máquina de destrucción creadora de pobreza, descontento y desigualdad para la mayoría, y generadora de riquezas, influencias, poder y desmedida acumulación de capital para una minoría selecta… Y admito también lo más terrible: yo estoy aquí habiéndome aprovechado de esa circunstancia inicua y reprobable; yo estoy aquí habiendo apostado a lo peor y lo más mezquino de la sociedad, valiéndome de la desazón que nosotros mismos sembramos en sus corazones y las condiciones de pobreza y desesperación de las que somos arquitectos. Solemnemente pido perdón.

Dicho lo anterior, aclaro que esa era la única manera de obtener este principalísimo escaño, la presidencia de la república, y que si lo hice así, si permití aupar una victoria por los medios que todos conocen y desprecian, fue para compensar con mis posteriores actuaciones y ejecutorias, con mi visión de país, ese inicio tan infecundo. En otras palabras, que mi plan era resarcirles con creces ese malrato una vez tomara posesión de mi cargo.

No todos somos ladrones. No todos somos corruptos. No todos nos autoproclamamos boschistas para cumplir con una conveniencia hipócrita. Así pues, de la misma forma que yo, anteriormente, me comprometí a no subestimarlos a ustedes, mis conciudadanos y conciudadanas, les invito a devolverme ese favor resistiéndose a asumir que yo soy uno más, que les traigo más de lo mismo, que pertenezco a la égida de los ladrones y los desfalcadores.

Y aunque me he sincerado con ustedes, sé que no basta. Si pensara que basta, estaría nuevamente partiendo de la premisa de que son estúpidos, tarados o infantiles. No. Sé que no basta. ¿De qué me serviría declarar que no pertenezco a la égida de los ladrones, desfalcadores, inmorales y estupradores si al mismo tiempo me rodeo de ellos, les asigno cargos, los elevo a dependencias delicadas, los distingo con mi amistad y mi confianza? No serviría de mucho, no ante una sociedad alerta, despierta e inteligente, como la formada por todos ustedes. Si lo hiciera, si me proclamara diferente sin desligarme de quienes han llevado el estado dominicano a la quiebra, ¡con cuánto derecho podría ser acusado de hipócrita, de pusilánime, de cobarde! ¡De mojón! En breve verán que no será así.

Necesitamos realizar una reforma fiscal, y ese es el trago amargo que vengo anunciarles hoy. Necesitamos reabastecer el erario vacío y para lograrlo necesito pedirles un ostensible sacrificio. Ese sacrificio tomará la forma de una alza tributaria que afectará sus vidas de manera directa, pero solo por un período de tiempo específico, al cabo del cual, y habiendo puesto en orden la maquinaria estatal, habiendo identificado y corregido todo lo que está mal en ella, comenzará a descender hasta alcanzar niveles de holgura para todos, un balance que auspicie la prosperidad y la igualdad de oportunidades para todos los dominicanos y dominicanas.

Sería una indecencia y una frescura de mi parte pedirles que se sacrifiquen ustedes por los desmanes de la pasada y longeva administración, mientras que los que operamos al interior del estado nos quedamos tan campantes, incluyendo a muchos de los responsables de este desastre. Imposible. Los sacrificios los vamos asumir todos, pero aún más los que estamos al servicio del pueblo. Este trago amargo lo apuraremos todos, sí, pero a nosotros nos toca una dosis mayor.

Así pues, reitero: necesitamos realizar una reforma fiscal y como garantía de que esta vez no estaremos recogiendo agua en saco, para que queden en paz los moradores de este hermoso y generoso país, para asegurar el sosiego de quienes se sienten ultrajados por esta medida, les dejo prenda lo siguiente:

  1. La restructuración inmediata del estado con arreglo a la Estrategia Nacional de Desarrollo (END). Este plan, pergeñado por expertos, financiado con dineros de cooperación internacional, exhibido como producto estéril (hecho ley que nadie cumple) y engavetado como tantas otras cosas en nuestro país, pasará a convertirse en nuestra brújula. El estado dominicano se ajustará a los ejes del plan, lo cual quiere decir que dejará de existir como máquina clientelista, arbitraria o improvisada, para convertirse en una estructura movilizada de acuerdo a prioridades y a metas con plazos específicos.
  2. Quedan destituidos de sus cargos inmediatamente Temístocles Montás, César Pina Toribio, Alejandrina Germán, Jaime David Fernández, Bautista Rojas Gómez y otros altos dirigentes de la pasada administración.
  3. Quedan sin efecto las pensiones de los funcionarios del Banco Central y se inicia la formación de un comité de revisión y restructuración de esa importante institución.
  4. Francisco Domínguez Brito, Procurador General de la República, queda instruido para iniciar la investigación de Félix Bautista, Haivanjoe Ng Cortiñas, Leonel Fernández y todos los funcionarios de pasadas administraciones que él considere, con absoluta independencia y libertad acción.
  5. A partir de este momento queda eliminado el Despacho de la Primera Dama.
  6. A partir de este momento quedan eliminados los barrilitos.
  7. Queda removido de su cargo el doctor Vinicio Castillo y otros remanentes del trujillato, innecesarios y tóxicos al buen funcionamiento de nuestro gobierno.
  8. Se inicia la formación de una comisión liderada por Participación Ciudadana para la revisión de nóminas y nominillas, y que resulte en la eliminación sumaria de cargos redundantes y “botellas”.
  9. Quedan eliminados los pagos a bocinas de prensa, radio y televisión.
  10. Se recortan en un 50% los salarios de la administración pública, de acuerdo a escala.
  11. ¿No es tiempo ya maduro de investigar qué es y cómo opera FUNGLODE? Vamos a averiguarlo.
  12. Y otras reformas y recortes del gasto público que tienen efecto inmediato.

Y esto para empezar.

Quid pro quo será la máxima que regule nuestro nuevo contrato, el que tenemos ustedes y yo. Pediré, pero siempre en correspondencia con lo que yo mismo les dé. Nunca exigiré nada de ustedes si yo mismo no me apresto a ofertar algo del mismo valor a cambio. De otra forma, si les pidiera y exigiera sin modificar un ápice el status quo que nos llevó a la ruina, ¿qué soy sino un ladrón más, un patán, un secuaz, un pérfido proxeneta, un engranaje insignificante de una inmensa e indestructible fábrica de embustes, un miserable e inútil fantoche?

Muchas gracias.